Dos personas con banderas de la junto al río Támesis en Londres. EFE/EPA/Tolga Akmen/Archivo

Del entusiasmo al escepticismo: 50 años del primer referéndum británico sobre Europa

Judith Mora |

Londres (EuroEFE).- Hace medio siglo, el Reino Unido votó abrumadoramente por unirse a la entonces llamada Comunidad Económica Europea (CEE) en el primer referéndum de su historia, pero ese entusiasmo pronto se tornó en escepticismo entre divisiones políticas y desconfianza hacia el bloque.

En la consulta no vinculante del 5 de junio de 1975, de la que este jueves se cumplen 50 años, un 67,2 frente al 32,8 % de los británicos apoyó permanecer en la CEE, a la que el país se había adherido en 1973 con la expectativa de un mayor crecimiento económico.

Cuatro décadas después, el 23 de junio de 2016, casi un 52 % eligió salir de la ya más integrada Unión Europea (UE), en otra sísmica consulta convocada por el entonces primer ministro conservador David Cameron para confrontar su ala dura interna y el auge del populismo eurófobo.

Reticencias laboristas

Si bien los ‘tories’ facilitaron el Brexit, ejecutado el 31 de enero de 2020, también fueron quienes abogaron inicialmente por la entrada en el mercado común, frente a las suspicacias que tenían sus rivales laboristas.

El primer ministro conservador Edward Heath formalizó la adhesión a la CEE -embrión de la futura UE- el 1 de enero de 1973, al concluir que era la única manera de emular la prosperidad de los seis países que la fundaron con el Tratado de Roma en 1957.

En ese momento, la mayor oposición provenía del Partido Laborista, muchos de cuyos percibían al club europeo como una amenaza neoliberal a su ideal de socialismo, nacionalizaciones y protección de los trabajadores.

Por ese motivo, al regresar el laborismo al poder en 1974, el primer ministro Harold Wilson, presionado por sus correligionarios, convocó el referéndum de 1975 en el que venció la permanencia, lo que acalló el asunto hasta 1983, cuando la formación reclamó formalmente la ruptura en su manifiesto electoral.

Este sentimiento anti-UE en la izquierda británica, aunque se diluyó en las décadas posteriores, marcó la postura del líder laborista Jeremy Corbyn durante el plebiscito del Brexit en 2016, cuando se le acusó de ambigüedad a la hora de defender al bloque pese a ser la posición oficial.

Relación compleja

Aunque el liderazgo conservador de Heath y luego, en un primer momento, Margaret Thatcher, era europeísta, desde los años 70 se fue forjando un núcleo ‘tory’ contrario a lo que veían como una erosión de la soberanía.

La propia Thatcher, que gobernó entre 1979 y 1990, se volvió cada vez más crítica con la integración política europea, especialmente tras el Acta Única Europea de 1986 y el Tratado de Maastricht que fundó la UE en 1992.

Poco a poco, fue creciendo el escepticismo a nivel nacional, alimentado por varios factores, como el hecho de que el Reino Unido contribuía más de lo que le tocaba al presupuesto comunitario: de ahí que en 1985 la ‘Dama de Hierro’ negociara el famoso ‘reembolso’ a las arcas británicas.

También generaron inquietud la consolidación de la UE como una autoridad supranacional; la introducción del euro -que Londres nunca adoptó-; el incremento de la inmigración tras la ampliación hacia el este de 2004 y la progresiva desconfianza de los ciudadanos con las élites políticas, azuzada por la prensa sensacionalista.

De todo esto se benefició desde la década de 2000 el Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP) de Nigel Farage, posteriormente reinventado como el Partido del Brexit y actualmente Reform UK.

Esta formación populista de derechas, eurófoba y antiinmigración forzó el referéndum del Brexit y aún hoy sigue en ascenso, al captar el voto de los británicos que se sienten agraviados por la globalización.

A pesar de su relación compleja y a menudo conflictiva, la vinculación entre el Reino Unido y la Unión Europea ha generado beneficios para ambas partes.

Para la UE, contar con una de las principales economías, potencias diplomáticas y militares de Europa fortaleció su peso global y su diversidad política.

Para la sociedad británica, la pertenencia al bloque impulsó el comercio, atrajo inversión extranjera, amplió derechos laborales y medioambientales y facilitó el movimiento por el continente.

Más allá del Brexit, persisten fuertes vínculos económicos, culturales y académicos que demuestran que, incluso en la distancia, Europa y el Reino Unido siguen profundamente entrelazados.